martes, 9 de junio de 2009

Zumo para dos

Quería conocer a alguien, alguien a quien querer, alguien quien me quiera, alguien con quien compartir mi tiempo... Y le he encontrado.



He comenzado una relación con J, mi primera relación seria se puede decir. Sólo de pensarlo se me dibuja una sonrisa en la cara. En pleno Invierno, con la nieve callendo sobre Madrid, nuestra relación se consolida poco a poco, y, aunque lo único que nos forma como pareja son nuestras numerosas relaciones sexuales, a su lado me siento más feliz que con nadie.



Nos dirigimos en coche hacia el polígono industrial de mi pueblo. Esta todo nevado, y acabamos por meternos en un callejón, necesitamos intimidad para lo que se avecina. Tras los preliminares pasamos a la penetración. Él empezó a introducir su sexo en mi ano y yo me apoyé sobre el asiento delantero del conductor, cuando de repente, mi peso provocó que del coche saliese un pitido provocado por la bocina del volante. Este ruido fue bastante inesperado para nosotros y nos entró la risa.

Tras un rato penetrándome a duras penas (digan lo que digan, los coches son super incómodos) él dijo "Tengo que hacer esto". Abrió la puerta, me sacó del coche, me apoyó contra el frío capó, con los pies descalzos apoyados sobre la nieve del suelo, y ahí comenzó a penetrarme fuertemente. Cuando nuestra sensibilidad empezó a verse afectada, volvimos al coche, con una sonrisa pícara dibujada en la cara, ha sido una experiencia divertida.

Terminó por penetrarme en "la postura fatal", postura la cual me vuelve loco y acabo por correrme siempre en esa posición.



Hoy es su cumpleaños, y una locura ha surgido en mi cabeza. A la noche, se quedaría a dormir conmigo en mi casa, aun estando mi padre en la habitación contigua. Debido a la abundante nieve, mi padre me dijo que seguramente al día siguiente tendría que madrugar para ir a trabajar y retirar la nieve del pueblo, así que el escape de J no será difícil.

Llegó a mi casa en coche, nos subimos y fuimos a un lugar ya conocido, el polígono de mi pueblo. Ahí comenzamos el típico ritual en la parte trasera de su coche, sólo que hoy, me siento más cañero sexualmente. Curiosamente, hoy volví a apoyarme sobre el volante y otro pitido nos provocó una risa tonta a ambos. Mi excitación ha llegado a tal punto, que estoy agarrado fuertemente a los cabeceros traseros, llevando todo el control de la penetración. Los gemidos de J cada vez son más fuertes, y los bruscos movimientos del coche delantan totalmente nuestros actos. Tras corrernos los dos, añadió él: "Qué sepas, que ahora mismo me acabas de violar".



A las 12 de la noche, como si de Cenicienta me tratase, regresé a casa, pero esta vez Cenicienta trajo a su Príncipe, y no tenían buenas intenciones. Nos acostamos en mi cama, y como si de conejos nos tratásemos, toda la noche, un polvo tras otro, intentando no hacer ruido para no despertar a mi padre, pero los gemidos se escapaban alguna que otra vez.

A las 8 de la mañana, destrozados, J me dijo que le pareció escuchar a mi padre irse. Fui a comprobarlo a la cocina, y descubrí que J se equivocó. Mi padre seguía allí. Bebí un vaso de zumo de naranja y dije a mi padre que me iba a acostar de nuevo. Al volver a la cama, le informé de la situación. No le tuvo que importar mucho, pues se avalanzó hacia mi y volvimos al ruedo.

Al rato, cuando me encontraba encima de él, la puerta se empezó a abrir. Se trataba de mi padre, pero no consiguió entrar. Al final resultó que el pomo de mi puerta, si le haces un movimiento de muñeca, se bloquea. Al final si tiene pestillo.

Rápidamente, me puse una camiseta, y sólo una camiseta, abrí la puerta y pregunté a mi padre que quería. Se me olvidó el dato de que mi pene se encontraba erecto. Tenía él un vaso de zumo de naranja natural en las manos, y dijo que venía a darmelo. Lo cogí y me preguntó: "¿No estas solo verdad?". "No", le respondí. "Muchas gracias por la confianza que depositas en mí", me recriminó. Se dió media vuelta, y yo bastante preocupado me senté en la cama.

J intentó animarme, y dijo "No te preocupes, si creo que no le ha importado tanto, me esta haciendo otro zumo a mi". Anonadado, escuchaba de fondo en la cocina el sonido del exprimidor.

Al rato, mi padre llamó a la puerta. Efectivamente, había hecho otro zumo para J.



Tras vestirnos, nos fuimos de mi casa, necesitaba tomar el aire. "Ahora hablamos cuando vuelva", le dije a mi padre.

Fuimos en coche a un parque de mi pueblo, todo nevado. Dimos un paseo abrazados y, tras desahogarme con un par de gritos, cogimos el coche y dimos una vuelta por el pueblo.

Acabamos en la estación de cercanías. Y en la parte delantera del coche, comencé a realizarle una felación a J. Nos puede el vicio.

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